domingo, 23 de febrero de 2014

música de cámara...


Sobre el rumor apagado de la gente que salía despacio de la sala hablando y saludándose sonaron las horas en el reloj de una iglesia cercana, y me dejé llevar por el eco de cada una de las campanadas, las diez, conté, las diez de la noche. Ella seguía sentada y ahora no podía desaparecer, yo mismo le cerraría el paso si lo intentara, y así más tranquilizado, me dejé envolver por la emoción que crecía al ritmo acelerado de las imágenes y recuerdos que su presencia convocaba, a través de las distintas voces y los poderosos relámpagos de la imaginación. Desde que se había ido dejándome a mí el peso de adivinar si lo había hecho empujada por el convencimiento de que ya no había salida para nosotros o movida por una inútil venganza contra todo y contra todos que yo sería el único en sufrir, quebrado por tanto desencuentro que me había dejado doblemente desconyuntado, me decía en mi desesperación que a la fuerza tendría que haber sido merecedor de por lo menos una explicación, una palabra, un adiós; y movido por un resentimiento que no fui capaz de modificar porque no veía más que el alcance de la desolación en que me había sumido su huida, me negué durante muchos años a rememorar una historia que, sin saberlo yo entonces, sería la que transformaría en el sentido más profundo mi pensamiento y mi vida. ¡Qué inútiles son nuestros propósitos cuando queremos anular lo que nos dio la vida, y qué lejos estamos de controlar nuestros sentimientos por más que durante años nos creamos los amos de nuestra voluntad! […] Ella se volvió hacia mí pero no pude descubrir lo que escondía su mirada, aunque poco importaba porque lo único que yo quería es que no desapareciera… Y sin embargo fue ella la que rompió el largo silencio, recuperadas la lucidez y la voluntad. Fue ella la que lentamente comenzó a preguntarse, a preguntarme qué hacíamos sentados los dos en ese lugar tras veinticinco años de separación -veinticuatro corrigió mi memoria-, como si hubiera algo más que decir a todo lo que había quedado dicho desde siempre.

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