domingo, 28 de abril de 2013

sabiduría de tierra...


Vivimos en una nube tóxica de fábricas de humo y de palabras cargadas de balas. ¡Pum! Un balazo por la espalda. Actores y actrices de un mundo egoísta que eligen siempre la bolsa en el duelo con la vida. El mundo del poderoso caballero que parece vencer en todas las Cruzadas. El vil metal, que cantaba Serrat. Con él nos creemos plenos. ¡Qué idiotas, qué pobres! He tenido la suerte de escapar un par de días a la provincia de Tan Son, una de las zonas más pobres de Vietnam en la que se desarrolla uno de los proyectos de cooperación en los que trabaja la ONG de Lucía. Era domingo e inauguraban una presa. Una presa que es una cucharada que alimenta las esperanzas de una mejor cosecha de arroz, de un mejor abastecimiento para el riego. Una presa para mejorar la calidad de los cultivos. Para crecer, para comer. Los lugareños estaban felices. No entendía sus palabras, pero es precioso y, sobre todo, es raro, rarísimo ver la sonrisa de un niño en rostros adultos. Pues eso es lo que vi. Muchas sonrisas regadas de sabiduría de tierra y campo aliñadas con ingenuidad, inocencia y generosidad de niño. Comimos con ellos sentados en círculos en el suelo. Una comida abundante y generosa. Los que menos tienen, ofreciéndotelo todo. Me acordaba entonces de la nube tóxica. ¡Qué idiotas, qué pobres! Y comimos, y bebimos, y cantamos, y brindamos, y bebimos, bebimos, bebimos. Y me sentí parte de ellos. Me miré a mí mismo y la vi. Estaba ahí, en mí. Esa sonrisa ingenua, inocente y generosa. Era rico. 

lunes, 22 de abril de 2013

las dentelladas del lobo...


Ni los gallos muertos en el patio de su casa, ni los relojes de cuco que nunca tuvo despertaron a Caperucita al filo del amanecer. Fue el rugido de los misiles que los aviones escupían como salivazos de muerte sobre su poblado. Ese ruido se confundía con el canto del imán que llamaba a sus fieles a realizar su primer rezo. Vivía en Palestina. Su abuela hacía tiempo que estaba enferma, así que esa era una buena hora para llenar su cesta de amor y llevarle las pocas medicinas caducadas que las alambradas permitían que hubiese en casa de Caperucita. Vivía en Palestina. Se levantó y se lavó frente al espejo. Su cara era tan bonita  como el final de los cuentos felices. Al escribir estas líneas me enamoré de sus ojos y de su tristeza. Su mirada atravesaba el espejo y todos los siglos pasados de odio entre los hombres. Se colocó sobre su pelo recogido el velo rojo que su madre le regaló cuando dejó de ser niña y pensó que quizás debería cambiarlo  por otro sin agujeros. Justo antes de partir besó las mejillas de su madre que no le dijo nada. No le hizo prometer que tendría cuidado con los extraños al cruzar el bosque. Caperucita no hablaría con extraños porque no existían los extraños. El único peligro era el Lobo y ese era un viejo conocido que casi todos los días visitaba sus vidas. El Lobo acechando en todas partes.  Además, allí no había lugar en el que perderse. El bosque era el mismo de siempre aunque últimamente había cambiado debido a los olivos que caían arrancados por las dentelladas del Lobo. Aún sin árboles,  más que un bosque, todo era una jungla. Vivía en Palestina.  Partió hacia su destino con la cesta llena de pan duro, espinas y paciencia hasta los bordes. Más que una cesta parecía llevar bajo el brazo el peso de la realidad… El camino era fácil pero cruzarlo era un milagro. Calculo que habría un kilómetro entre la casa familiar y la de los abuelos pero para llegar allí era necesario desandar medio siglo de humillaciones. El Lobo desde hacía un tiempo tapiaba con cemento la esperanza de las caperucitas que llevaban medicinas a sus abuelitas. Tan tonto, desconfiado y avaro era el Lobo que un día puso diez metros de hormigón para que en el bosque de Caperucita no entrara el viento de la libertad. Así Caperucita tenía que caminar con su cesta durante horas a lo largo de aquel muro gris como el pulmón de un fumador. Vivía en Palestina… La historia de Caperucita no sé cómo terminará pero Ojalá (insh’allah) tengan razón los Hermanos Grimm y ningún hombre esconda un lobo dentro, ojalá que las Caperucitas no sean arrojadas contra muros de la vergüenza y que las medicinas lleguen siempre a todas las abuelas. Quizás si encontráramos una goma que borrara las heridas y las humillaciones… Por si no lo he dicho, Caperucita vivía en Palestina.
Fuente: Aula25

viernes, 19 de abril de 2013

construir algo alegre…


Los globos de colores lo inundan todo. Y aún así Adelina Granados, 57 años, salvadoreña que se interpreta a sí misma, no deja de inflar más y más. Sobre el escenario cinco mujeres, tres octogenarias, todas refugiadas que huyeron de la guerra, la represión o la muerte, entretejen sus recuerdos: un suelo que durante un tiempo fue la única cama, los preparativos de una boda,  mensajes clandestinos escondidos en los zapatos, los ausentes, la comida, los amores… “A veces se me confunden las historias del pasado y las del presente, he llegado a pensar que algunas de esas historias nunca sucedieron pero me dicen que no me preocupe, que en el teatro a veces se cuentan verdades y a veces mentiras, que lo importante es contarlas”, dice sobre el escenario la hondureña Dilia Ramírez, de 78 años, una mujer pequeña y delgada de ojos vivarachos que sobre las tablas ultima los preparativos de la boda de su hija hasta que su compañera espeta: ”María Dilia, miente. En realidad ella se enteró de que su hija se había casado a través de una carta”. Todo está aquí es mucho más que una obra de teatro, es el último proyecto del colectivo Memoria migrante, una forma de “dar voz a los sin voz, de reconstruir la historia oral de personas y comunidades mediante el arte, de crear algo a través de experiencias individuales y ahora es un intento por reconstruir el proceso migratorio”, explica su directora, Melina Alzogaray… [quien] se cruzó con “las mujeres monarcas”, un grupo de refugiadas políticas latinoamericanas, mujeres comprometidas que coincidieron en la Casa del Refugiado A.C de la capital mexicana hace años, y comenzó a fraguarse la idea. “Queríamos crear espacios de reflexión, ofrecer una salida laboral a esas mujeres cuando  muchas ya han entrado en la tercera edad y parece que no pueden hacer nada, construir algo alegre”. Fue un proceso de creación colectivo que al principio las generó incredulidad pero que funcionó gracias a la increíble entrega y profesionalidad de estas mujeres”. Todo comenzó cosiendo muñecas. “Fue muy bonito, comenzamos a hablar, a recordar mientras las hacíamos, nosotras nos conocíamos de antes pero salieron muchas cosas nuevas”, explica Dilia. “Yo inflé 99 globos rojos y 103 azules”, comenta Adelina. “Y 263 globos eran amarillos”, detalla. “También inflé 608 globos verdes”, insiste Adelina. “509 rojos y 5 negros”, continúa. Con todos estos recuerdos y horas de ejercicios y ensayos, se configuró una obra que está recorriendo México, ofrece un salario a sus actrices y trabajadores gracias al apoyo de diversas instituciones, y su directora confía en que pueda llegar a otros países. “Ha empoderado a mujeres luchadoras” dice orgullosa Alzogaray, aunque reconoce que durante todo el proceso se vivieron momentos duros. Ha sido una catarsis”, subraya Dilia. Antes de salir a escena, calientan la voz, el cuerpo, gritan, se abrazan, pierden el pudor, se gustan a sí mismas. Sobre el escenario comparten impresiones como refugiadas en un país por el que hoy, cientos de migrantes como ellas transitan en busca de una vida mejor. “Es muy importante recordar todo aquello en el México de ahora”, dice Eva. Después de una hora de espectáculo, comienzan los aplausos. A pocos metros, Adelina sentencia: “Hace 25 años me operaron y de ejercicio me pusieron inflar globos. No me acuerdo de nada más… o tal vez de un poco sí”.
María Verza 
Fuente: Periodismo Humano 
Imagen: Memoria Migrante

jueves, 18 de abril de 2013

la necesidad de plural…


Hace apenas dos años que nos juntamos
para hacer algo
aunque fuera bien poco
por la patria doméstica
la pobrecita jodida
 
hace dos años que empezó a ser lindo
juntarnos de a muchos para saber qué pocos éramos
y admitir por unanimidad el desorden del mundo y de la vida
jurar sobre la biblia o mejor sobre el reglamento provisorio
que nunca intentaríamos ordenar del todo vida y mundo
simplemente íbamos a procurar que el caos se dejara organizar
de a poco
y que el hombre mereciera sus castigos pero también sus
recompensas
y sobre todo que no recibiera recompensas o castigos a los que
nunca se había hecho acreedor
 
de pronto empezaron a morir nuestros hermanos y nuestras
hermanas
y al primer vómito de angustia advertimos que no estábamos
preparados para que nos estafaran así nomás la vida
la muerte dejó de ser un niño vietnamita quemado con
napalm y cocacola en alguna zona desmilitarizada
para ser un invierno aquí una bomba aquí un dolor aquí un
fusilamiento por la espalda una tristeza inmóvil
apenas visible entre el humo de doscientos cigarrillos
 
con cien mil nudos en cien mil gargantas
una tarde cualquiera empezamos a llevar amistades y amores
a la teja al del norte al buceo
al santo camposanto del no olvido
y se acabaron todas las variantes de la joda
hubo que pensar milímetro a milímetro el vasto territorio del
deber
 
 está visto que un pueblo sólo empieza a ser pueblo cuando
cada singular necesita perentoriamente su plural
y fue precisamente la necesidad de plural la que nos llevó a
encontrarnos y vernos las caras y vernos los miedos
y vernos la osadía

Imagen: hostelbookers

miércoles, 10 de abril de 2013

pájaro de barro…


Hice un pájaro de barro
y lo pinté de colores:
pico amarillo y blanco
alas azules y ocres.
 
Antes de dormir le cuento
a mi pájaro de barro
un cuento de vuelo y viento
para que empiece su canto.
 
Sé que vuela, que vuela
y que cuida mis sueños,
sale por la ventana
y vuelve luego.
 
Un arco iris de lluvia
para que beba mi pájaro,
granos de trigo y oro
para que alegre su canto.
 
Tengo un pájaro de barro
lo modelé con mis manos
y le enseño las palabras
de un idioma inventado.
 
Fuente: aula25




martes, 9 de abril de 2013

en los espacios comunes…

En los espacios comunes de la aldea, Abril y su abuelo conversaban sobre aquel momento soñado por tantas generaciones. En todo el Planeta y al unísono, los ejércitos se disolvían igual que el fuego fundía las montañas de cascos, misiles y bombas que entregaron rendidos a las evidencias. ― Abuelo, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ― Ya no tienen a quien servir, la decisión de los nuevos gobiernos populares de abolir las fronteras les dejó sin trabajo. Una sabia decisión que consensuadamente hemos adoptado como las muñecas rusas pero al revés, de abajo a arriba. ― ¿Fue difícil aprender esta nueva forma de gobernarse? ― Cuando se vio que controlar el poder no permitía enriquecimientos basados en recursos públicos o en el trabajo ajeno, los intereses de la corrupción política desaparecieron dejando sitio a la gente que había comprendido que alimentarse, alojarse, sanarse, leer, reír o llorar -vivir, en definitiva- no era caldo de especulación. Tardamos siglos en comprender esto, hizo falta esperar a la gran crisis capitalista. En muy poco tiempo consiguió que fuéramos muchísimos más los desahuciados viviendo en casas okupadas que los privilegiados viviendo en sus propiedades. Y así se entendió el derecho a una vivienda pública. Despidieron a tantos maestros que la educación fue más fácil con una gestión colectiva en las calles. También pasó con la tierra, las ansias de lucro llevaron a tal acaparamiento que eran varios millones más las personas que cultivaban en tierras colectivizadas que terratenientes cosechando capitales. Y fue así como se alcanzó el sistema de tierras libres y comunales que tú conoces. Se alcanzó la soberanía alimentaria. ― Y, abuelo, ¿cómo fue que para entonces tantísima gente había regresado a vivir a los pueblos? ― Eso sucedió pocos meses antes, cuando en las ciudades en las que entonces vivía casi todo el mundo, no hubo  forma de encontrar alimentos  porque todas y todos los trabajadores de los supermercados del Planeta habían decidido declararse en huelga total e indefinida. Sin nada que comprar volvimos la vista al campo, a las cooperativas de producción y consumo, a los mercados campesinos… todo lo que ahora tú conoces. ― Una huelga lo desencadenó todo ―susurra Abril. ― Sí, una huelga que nació imitando la actitud valiente de una muchacha, una cajera que entendió que trabajaba para quienes explotaban al mundo rural, mal alimentando a su vez a la población, es decir, destrucción y explotación a cuenta del consumismo.  ―Esa muchacha llamada Abril, como tú ―decía el abuelo jugueteando con el anillo de su dedo ―hace ahora unos cincuenta años dijo basta. Y todo se desencadenó.

lunes, 1 de abril de 2013

somos lo que estamos soñando…


Un grupo de educadores populares y un colectivo. Un grupo de educadores populares,  un colectivo y un perro.  Y una actriz. Y un bailarín. Un Colectivo y otro colectivo y otro colectivo. Ese colectivo (que después fue muchos) sólo tenía un combustible y sólo una dirección. La gravedad y el abajo. La gravedad del sufrimiento de los de abajo nos arrastró indefinidamente hacia abajo. Y para abajo fuimos y para abajo seguimos. Teníamos y tenemos aquella vieja-nueva obsesión de querer cambiar el mundo, de transformarlo, de que pueda ser nuevamente pintado, dibujado, pensado y poetizado por quienes nunca pudieron intervenir en las grandes decisiones de los poderosos. Y que siempre, más tarde o más temprano, seguimos sufriendo sus políticas. Somos nosotros, queriendo recorrer y mostrar el otro país. El de los que no deciden. Todas las organizaciones nos enredábamos con pasión y alegría en esta tarea. Creíamos totalmente en que las construcciones debían ser horizontales, sin jefes ni jefas que nos dieran órdenes, que en la medida en que vivíamos y decidíamos en ronda, aprendíamos a ser y nacer distintos… Y teníamos a nuestro favor, algo más que una herramienta, la Educación popular, a la  que habíamos elegido también como una forma de vida… Somos lo que estamos soñando. Soñamos con cambiar el mundo desde prácticas concretas y materiales, soñamos con alterar realidades impulsando educación popular y organización popular, soñamos fortalecernos con trabajo de base intentando levantar las banderas en contra de un sistema económico, social y político que no queremos y que nos está destruyendo. Tarea difícil y osadía apasionada. Nosotrxs queremos cambiar el mundo y lo queremos hacer con lxs de abajo y desde abajo. Y en eso estamos. Soñando y vivenciando. Sabiendo que como educadores populares es allí donde nuestro campo de batalla esta fértil. Participamos en espacios autónomos de organización y lucha popular. Generamos espacios de circulación de la palabra valorizando la sabiduría del pueblo, en su diversidad más profunda. Articulamos acciones con organizaciones cercanas que miran de cerca la praxis y la ética política… Ahí seguimos caminando. Ahí seguimos soñando… quince años de trashumancia, quince años de salir al encuentro de otros, quince años de escucha y de palabra, quince años de pasión por cambiar el mundo. Preferimos continuar con la sinrazón de mirar a los ojos, oír profundo y abrazar con fuerza a lxs de abajo a lxs de nuestro lado.
Desde el Quirquincho, marzo de 2013