sábado, 2 de marzo de 2013

el lugar de mis canciones…


En una esquina de la casa descansaba una guitarra, y Papá, de vez en cuando, cantaba. Su voz era profunda, hermosa, y si cerrabas los ojos y te abstraías de sus escasos recursos como guitarrista, podías llegar a pensar que estabas escuchando a Eduardo Falú: El día que me quieras, Tonada de un viejo amor, Noche de ronda, Contigo en la distancia…Una biblioteca entera llena de libros y un mueble con discos: Música Clásica, sobre todo. La grandeza de la Música Sinfónica no la supe apreciar hasta mucho después; lo mismo sucedió con la poesía de Garcilaso. Aún así, hay dos discos que rayé de tanto uso: La consagración de la primavera de Stravinsky y Concierto para piano y trompeta de Shostakovich. ​En el mueble de los discos había un rincón que, curiosamente, no destilaba el aroma, mezcla de arrogancia adulta y seriedad intelectual, de la Música Culta. En esa sección, que podríamos llamar de Música Popular, descubrí un día seis o siete discos que, sutilmente y sin aspavientos, empezarían a situar la huella de mis pies en el trazado de un camino… Preguntitas sobre Dios de Atahualpa Yupanqui, Hacia la Vida de Chavela Vargas, Te Recuerdo Amanda de Víctor Jara, Un Grandes Éxitos de Mercedes Sosa, Un disco sin título de Joan Manuel Serrat, Jorge Cafrune… Y dos recopilatorios de un festival que pienso aún se celebra en Argentina y que se llama Cosquín. ​La guitarra, la voz de mi padre, la familia que cuando se reúne canta y esos pocos discos manoseados una y otra vez por un niño curioso son el solar sobre el que un día construiría el lugar de mis Canciones… Tendré dragones verdes mirando en otros ojos, da igual si son rebeldes o tienden al reposo. Serán dragones verdes más claros, más oscuros. Saldrá de nuevo el sol y de eso estoy seguro.
 Imagen: GdeFon

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