viernes, 1 de febrero de 2013

en el centro de nuestra resistencia…


Vinieron los conquistadores y nos sometieron y asesinaron, pero no pudieron hacernos desaparecer porque siempre tuvimos el maíz. Por el maíz sobrevivimos y mantuvimos los pies en nuestros territorios. Con el maíz en el centro de nuestra resistencia pudimos mantener nuestras lenguas, seguir escribiendo nuestras historias. Seguimos adelante como pueblos, como familias, como trabajadores, como luchadores, como comunidad, con nuestro autogobierno, porque teníamos y tenemos el maíz. Ahora, con la invasión de maíz transgénico intentan un golpe mortal a nuestra existencia, un golpe que no pudieron dar en 500 años. Desde la cotidianidad más local hasta la ecología global; desde mantener una vida digna en la comunidad hasta contar con las claves para enfrentar las crisis planetarias del cambio climático, el maíz, en su enorme diversidad humana, es núcleo de posibilidades biológicas y ciencia milenaria: el cultivo del maíz, de la milpa, es la materia y el tratado, es el origen y el destino. Es el secreto que se abre con la voz de quienes lo cultivan. Es corazón de la esperanza. Las más de mil 200 comunidades que nos reconocemos en la Red en Defensa del Maíz sabemos que hacer milpa es el camino indiscutible a la verdadera autonomía, es la ruta más certera para no pedirle a nadie permiso para existir. Como si no bastara el hecho contundente de que hacer milpa significa producir nuestros propios alimentos y evadirse lo más posible del mercado, las comunidades que buscan preservar un equilibrio entre la tierra y sus moradores, entre los suelos y el sol, entre el agua y los árboles, y a fin de cuentas, entre los vivos y los muertos, son las que han mantenido a resguardo los manchones de naturaleza que harían posible la supervivencia futura de todo lo que nos mantiene con vida: cultivos, agua, aire, pero también lenguas, pensamientos, memorias, canciones y otras herramientas para navegar en la existencia. Así que en el norte, en la península Maya, en el centro del país y —más importante hoy— en los sitios donde no hay milpas (en las aulas del Yo Soy 132, en los campamentos, barrios, colonias y asentamientos del movimiento urbano popular) gritamos con voz más potente los argumentos contra la avalancha transgénica y en defensa de la agricultura independiente como camino para la autonomía. Así, en la asamblea pasada, las comunidades y organizaciones de la Red, declaramos 2013 como año de resistencia contra el maíz transgénico, y en defensa del maíz nativo y de la vida y autonomía de los pueblos del maíz.
Verónica Villa


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