sábado, 6 de octubre de 2012

intercambio fecundo…



Hoy más que nunca, las universidades, donde se forman los intelectuales, ya no pueden ser reducidas a macroaparatos de reproducción de la sociedad discrecional ni a fábricas formadoras de cuadros para el funcionamiento del sistema imperante. En nuestra historia patria han sido también siempre un laboratorio del pensamiento contestatario y libertario. Esto constituye su misión histórica permanente que debe acelerarse hoy, dado el agravamiento de la crisis general en el mundo. El mayor desafío es consolidar los avances sociales y populares ya alcanzados. Por eso la nueva centralidad reside en la construcción de la sociedad civil a partir de la cual los anónimos e invisibles dejan de ser lo que son y pasan a ser pueblo organizado… se hace urgente el encuentro de la universidad con la sociedad. Ante todo, es importante crear y consolidar una alianza entre la inteligencia académica y los condenados a la miseria y a la pobreza. Las dos culturas –la humanística y la científico-técnica– van dejando de coexistir y se intercomunican en el sentido de tomar en serio su contribución a la gestación de un país con menos desigualdades e injusticias. Las universidades son urgidas a asumir este desafío: las distintas facultades e institutos tienen que buscar un enraizamiento orgánico en las bases populares, en las periferias y en los sectores ligados directamente a la producción de los medios de vida. Aquí puede establecerse un intercambio fecundo de saberes, entre el saber popular, hecho de experiencias, y el saber académico, fruto del estudio y de la investigación. De este intercambio puede surgir la definición de nuevas temáticas teóricas y prácticas y la valoración de la riqueza del pueblo en su capacidad de solucionar sus problemas. Esta actividad permite un nuevo tipo de ciudadanía, basada en la conciudadanía: representantes de la sociedad civil y de las bases populares así como de la intelectualidad toman iniciativas autónomas y someten al Estado a un control democrático, reclamándole servicios para el bien común. En estas iniciativas populares, sea en la construcción de casas mediante la colaboración vecinal, en la búsqueda de medios para la salud, en la forma de producción de alimentos, en la contención de tierras sueltas para evitar derrumbes y en otros mil frentes, los movimientos sociales sienten la necesidad de un saber profesional. Es donde pueden y deben entrar la “inteligentsia” y la universidad, socializando el saber, proponiendo soluciones originales y abriendo perspectivas, a veces insospechadas, para quien está condenado a luchar sólo para sobrevivir. De este ir y venir fecundo entre pensamiento universitario y saber popular puede surgir un nuevo tipo de desarrollo adecuado a la cultura local y al ecosistema regional. A partir de esta práctica, la universidad pública rescatará su carácter público, será servidora de la sociedad y no solo de aquellos privilegiados que consiguieron entrar en ella. Y la universidad privada realizará su función social, ya que es en gran parte rehén de los intereses privados de las clases propietarias e incubadora de su reproducción social. De ese casamiento entre “inteligentsia” y miseria nacerá un pueblo liberado de las opresiones para vivir en un país más justo donde sea más fácil el quererse y el amor.

Leonardo Boff

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