sábado, 20 de octubre de 2012

de espuma y candil…

Allí, en las calles de La Habana, inspiradoras y esencias de lo narrado, estuvo la autora del libro, Katiuska Blanco; en un trasiego que hoy se nos antoja inocente, sudoroso, febril, como deben ser los estados que arrastran al delirio. Suponemos incluso su terco bregar con adoquines salientes y balcones apuntalados; y nos atrevemos a soñar, porque el título invita, que el desandar la condujo hacia cabezas de leones que gimen con los aldabonazos e indiscretas placas broncíneas sobre personalidades y hechos insólitos. Un libro imaginado sobre una ciudad palpable; que incitó a que nos preguntáramos ―y a preguntarle a Katiuska Blanco ¿hasta dónde la realidad, y hasta dónde la ficción, en Ciudad soñada? ¿Hasta dónde lo verídico, lo cierto, y hasta dónde los mitos populares y el fantasear de la escritora? Las páginas perfilan habitantes pasados y caminantes de hoy, paredes, plazas, estancias, callejuelas, balcones, aposentos y columnas, todos tangibles aunque sea en estampa, pero con referentes impalpables como el tiempo, las sensaciones, los pensamientos, las visiones, las leyendas, los mitos y las fabulaciones que confluyen antes de que los párpados extenuados de la escritora declinen, la luz penetre en la pupila, se agote en los intersticios de la memoria y comience -en plena oscuridad dormida- el mundo de la fantasía, cuando lo bello y lo extraño se entrelazan, lo usual y lo absurdo, la felicidad y el dolor; entonces el tiempo se confunde: es breve, pero tiene apariencia de largura. En el libro puede ser, por ejemplo, que una vida real se desenvuelva en una circunstancia imaginada o que un personaje soñado narre aconteceres ciertos. La Habana es de espuma y candil, como los versos de los trovadores: “espuma, cresta que cuando logra ser ya no es ninguna” y candil “candil de nieve”, algo cálido, fugaz, iluminador y quemante, inatrapable como el agua descongelada al fuego, es decir, pura poesía, eso es La Habana. Ciudad soñada es sendero para aproximarse no solo al cuerpo sino también al alma de nuestra ciudad». Amo La Habana y desde hace muchos años leo historias sobre los acontecimientos que la estremecieron, sobre las vidas que discurrieron aquí o transcurren ahora mismo. El libro es una compilación de remembranzas, ensoñaciones. Las calles estructuran la urbe, nos conducen a sus espacios más abiertos y ruidosos pero también a los recónditos, íntimos y callados. Son las venas que conducen al corazón.


Fuente: Rebelión
Imagen: pescando futuro…

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