sábado, 1 de septiembre de 2012

en la encrucijada...

La espera fue larga, tediosa e incluso inquietante. Las resoluciones judiciales tienen poco de amigables, pero los capítulos iniciales dejan el sabor de la victoria. El pasado 19 de abril, Lidia [junto a Carlota, Gloria y Martha] ganó una sentencia en la que se reconocía el derecho humano al agua en México, aplicando el nuevo artículo 4º de la Constitución, que lo eleva a rango constitucional desde febrero. A miles de kilómetros, otras muchas lidias y personas anónimas caminaron durante quince días desde la Amazonía ecuatoriana hasta Quito bajo el lema “Marcha por la Vida, el Agua y la Dignidad de los Pueblos”. Su lucha, aunque lejana, tiene mucho en común con la de Lidia: la oposición a la mercantilización del agua y la defensa del acceso universal en cantidad y calidad suficiente para la vida. Las y los ecuatorianos avanzaron para defender, concretamente, las fuentes primarias de agua y mostrar su disconformidad con la contaminación, la explotación y los intentos de convertirla en un insumo económico, en este caso a manos de la minería a cielo abierto. De momento, han forzado al gobierno y a la Asamblea a repensar los conceptos del agua y la tierra. Habrá que ver cómo de larga y tediosa es su espera. El agua está en la encrucijada… El agua embotellada es, por ejemplo, la segunda o tercera mercancía que más dinero mueve en el mundo, después del petróleo y el café. Agua para el turismo, para el crecimiento económico, agua como mercancía, como herramienta financiera, por un lado; y agua para la vida, para los pueblos, para la naturaleza en su más amplia dimensión, y agua como derecho humano, en la posición opuesta. Todo en la misma postal. El agua, por tanto, es el eje que articula cualquier política de desarrollo, sea del signo que sea o lleve uno u otro apellido. El desarrollismo hídrico está a la orden del día. La construcción de grandes represas para generar electricidad y el neoextractivismo practicado en muchos países de América Latina apuestan por una manifiesta mercantilización del agua, obviando los problemas medioambientales y sociales que estas industrias conllevan. Son los acontecimientos actuales los que perfilan la importancia del “oro azul” y su peso en el panorama político, económico, social o medioambiental. El agua es uno de los grandes retos del siglo XXI. Es pieza clave en el cambio climático; está relacionada con el hambre, con la seguridad y soberanía alimentaria; puede acentuar la desigualdad y en muchos casos es una cuestión de género. Sin acceso al agua y al saneamiento no habrá desarrollo humano, mientras que los derechos humanos se ponen en entredicho. Los ecosistemas y la salud dependen también del agua, pero el comercio quiere convertirla en producto, ganar dinero, lo mismo que los especuladores. Los Estados intentan protegerla, hasta con sus ejércitos, y la ciudadanía la defiende con vehemencia.
Fuente: Revista Pueblos


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