lunes, 20 de agosto de 2012

su base en lo cotidiano...


A comienzos de la década de los 90, la Unión Europea decidió crear el “pasillo 5”, la conexión ferroviaria más grande del continente, que pretende unir Lisboa con Kiev, pasando bajo los Alpes y atravesando Val di Susa para unir Turín con Lyon. La realización de una línea de Tren de Alta Velocidad (TAV) es un proyecto perfectamente coherente con el mundo en que vivimos, un mundo en el que cualquier aspecto de la vida humana está sometido a las lógicas y exigencias del beneficio. El TAV es sólo el producto de los intereses que se mueven detrás de la política de la globalización: la producción, la distribución, la industria, el turismo masivo, las grandes empresas constructoras, los sindicatos, los bancos que financian los proyectos y los partidos políticos… grandes vías de comunicación que dividen y destruyen los tejidos urbanos y los territorios, donde el  individuo está en una condición permanente de privación de autodeterminación y de toma de decisión por su condiciones de existencia. Para criticar el TAV hay que conectar la cuestión de la alta velocidad con la colonización tecnológica de la vida cotidiana, que se nos hace aparente con la destrucción de los espacios y la profunda transformación y división del tiempo. El tiempo libre, el juego, el conocimiento, el pensamiento, el deseo, el saber, etc. están todos bajo una teoría de “vivir-producir”. La alta velocidad se encuentra en el seno de este sistema de producción, en el que el territorio se destruye y uniformiza porque tiene que conformarse a las lógicas de la libre circulación de bienes, puesto que donde más rápido es el intercambio comercial, más alto será el beneficio. Para la gente que vive esta lucha, esta experiencia les ha servido para aprender a superar los cuentos mediáticos que se centran voluntariamente en los eventos, en los incidentes, en los enfrentamientos con la policía, etc. mientras lo más importante, el problema de fondo, permanece en un segundo plano o directamente escondido, ignorado por la mayoría: la existencia de una cultura y de un vivir que tienen su base en lo cotidiano, experimentos concretos de un vivir diferente, de relaciones político-humanas que no se encuentran basados en la explotación. La fuerza de este movimiento, aparte de la tenacidad reflejada durante los ataques más violentos de la policía y del sistema judicial, es un camino concreto de mutuo apoyo y de asamblearismo o democracia directa, que se apoya en la fuerza y en las relaciones cotidianas, en la horizontalidad de las asambleas, en la búsqueda de una autodeterminación de la vida que no abarca sólo a los/as habitantes de Val di Susa, sino también todos los que cruzan y viven los territorios de manera consciente, libre y profunda.

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