lunes, 25 de junio de 2012

occupy Abai…

Tras un repentino cierre de la Universidad Europea de San Petersburgo, algunos profesores decidieron –como forma de protesta– organizarse para dar cátedra en las calles. Sin embargo, muy pronto la incipiente demostración se transformó en algo más: una nueva modalidad educativa, un modo de apropiación del espacio público y un pretexto para la reflexión sobre la situación política actual de la Rusa post soviética. La primera Universidad de la Calle apareció hace casi seis años, cuando la autoridad de San Petersburgo, de repente y a mitad del año escolar, cerró la Universidad Europea de San Petersburgo “por medidas precautorias”. Entonces, muy elegantemente, algunos profesores expresaron su actitud ante tal decisión, y así fue como se fundó la Universidad de la Calle, con sus primeras conferencias “callejeras”. La idea resultó ser contagiosa. El sistema educativo, debilitado por la mercantilización de todas las instituciones educativas, fue suelo fértil para la educación callejera, que se expandió con la magnitud de una pandemia. Esta modalidad se ve como una protesta, pero una protesta con un estilo relativamente nuevo para la Rusia contemporánea. Se caracteriza por la redefinición de las prácticas habituales y por la recuperación del espacio público. Parece muy pacífica y más bien constructiva, pero esta creatividad constructiva tiene una fuerza, suave pero perseverante, y un leve matiz burlón y sarcástico. Mientras tanto, los temas que se abordan en la Universidad Callejera tienen un carácter cada vez más serio: restablecer las tradiciones estudiantiles de la autoorganización y hacer una red efectiva de organizadores y participantes que quieren reunirse para hacer un espacio de producción y distribución de los conocimientos críticos. Abai Kunanbaev (1845-1904) es un poeta kazajo poco conocido, cuyo modesto monumento adorna uno de los parques centrales de Moscú... en mayo pasado, durante la investidura del “nuevo” presidente Putin, participantes del mitin opositor se sentaron a descansar al pie del monumento, a hablar y a tocar música. Curiosamente, la reunión improvisada no terminó al caer la noche, sino que se prolongó más de un mes. La gente iba y venía, y el lugar iba cobrando la fama de ser la sede de la “clase creativa”. Se mostró una auto-organización inaudita: se escribió la crónica en internet, se compró y cocinó la comida, se limpió el parque –que por la noche había sido un lugar bastante peligroso. Lo raro es que abrumadora mayoría de asistentes no tenía nada que ver con los partidos o movimientos políticos. Al verlos tocar música, jugar, charlar, reírse, recitar versos, uno jamás diría que se trataba de una reunión política.
Katerina Girich
Fuente: Desinformémonos

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