martes, 12 de junio de 2012

la triple dignidad...

Chiapas, México. Rosa López Díaz es mujer, pobre e indígena tzotzil; sin saberlo, nació con la marca de eso que se conoce como “la triple marginación”. Cuando el simple accidente de nacer se hace en condiciones de ciudadana de segunda clase, no es difícil que el simple hecho de vivir se convierta en un delito. Rosa fue detenida el 10 de mayo de 2007 junto con su esposo Alfredo en el “pueblo mágico” de San Cristóbal de las Casas, ciudad mundialmente conocida por sus atractivos turísticos; entre ellos se encuentra una vasta cultura indígena, la cual es convertida en mercancía, exhibida y puesta a la venta en tiendas y museos. Ello genera grandes ganancias económicas de las cuales nada, o muy poco, llega a las comunidades y pueblos originarios. Desde su detención, Rosa ya era culpable: lo único que hacía falta era tortura física y sexual aplicada en la medida “justa y necesaria” hasta que la respuesta fuese la que querían escuchar. Antes de su relación con Alfredo, Rosa tuvo otra relación en la que fue víctima de violencia machista, sufrió golpes, maltrato y abandono hasta que ella decidió poner fin a la relación. Pasado un tiempo, decidió rehacer su vida con Alfredo e intentar ser feliz, algo que su ex marido y su familia no le perdonan. Ese es su primer “delito”: no conformarse con el maltrato, no agachar la cabeza ante los golpes y el abandono y sentirse merecedora de un poco de felicidad y estabilidad. Rosa es peligrosa porque sigue en pie, porque a pesar de todos los momentos duros que la vida le ha deparado, ella sigue decidida a luchar, a no rendirse, a no agachar la cabeza. Es adherente a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y está organizada junto a los Solidarios de la Voz del Amate. Esta lucha continúa en la actualidad... Le han robado la libertad pero no la voz y la dignidad con la que denuncia las violaciones a los derechos humanos que sufren las presas día con día. Rosa es un ejemplo de fortaleza; saber de su historia, escuchar su testimonio, a cualquiera nos haría pensar en tirar la toalla, pero ella no lo ha hecho en ningún momento. Su ilusión, su esperanza en la vida, la fuerza de su mirada cuando te ve aparecer los domingos en las visitas y te sonríe, dicen mucho más que todas las palabras que se puedan escribir de y sobre ella.
Carmela Dumange y Jaime A. Marroquín

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