domingo, 15 de abril de 2012

en el jardín de la utopía...

El pueblo es reflejo y actor fundamental en la historia de un país, donde a sus muertos no se los debe olvidar y como reflejo de ello al injusto, asesino, genocida o sicario se lo debe juzgar y condenar. Por lo general, cada pueblo cuenta con una hermosa plaza, termómetro de almas. A veces esta súper afiebrada y no hay paño que logre aplacar su incendiado mercurio. Hubo una vez, en aquellos años que se predecía el confín de todos los hombres donde por dos días se alertó una fiebre mentirosa y como tal, se la curó con un placebo de la misma calaña. El problema fue que en verdad la infección nos visitaba y aquellos raros días eran síntomas de una gran bicha que nos estaba enfermando. Con la fiebre distraída y la hemorragia detenida, volvimos a andar, erguidos y reafirmados en ancianos pero sólidos valores, acordándonos de aquellos brillitos olvidados y de los grandes reflejos que nos supo regalar la historia, creyendo y viviendo convencidos de que al otro lado de esta luna se encontraba algún coterráneo perdido. Decidimos caminar hacia el pequeñito fulgor y a nuestro paso fuimos convidando a cada amigo, gota, compañero y paisano de la idea de poder llegar a ser reflejo en este hermoso espejo. Así logramos esa inmensa pero joven luz con la que han soñado nuestros destellos más viejos y con la que esperamos iluminar a los venideros, a aquellos que aún no han despertado en este pueblo espejo que juzga al tirano y nunca olvida a sus muertos. 

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