lunes, 19 de diciembre de 2011

la vida chiflada...

… La cosecha del hortelano la cambiaba por las gallinas y la leche del ganadero. El dueño de las gallinas cambiaba huevos por aceite en el molino. Los salmones que pescaba el cura le permitían comer carne cuando no alcanzaba con las limosnas ni la dote del obispado. Con la doctora era sencillo, el equivalente a un cerdo anual en carne y embutidos daba derecho a todas las visitas, purgas y consejos que recetaba. Sólo para algunas cosas, como los libros de la escuela, les obligaba a recurrir al uso del dinero. Entonces el tendero del pueblo les pagaba su miel, galletas, empanadas o pimientos en conserva con esos papelitos. ‘Los chiflados’ tan locos eran, que los dineros que no necesitaban pero tenían, los guardaban bajo los colchones. No vieron nunca con buenos ojos eso de las cajas de ahorro y bancos.Y así, siendo chiflados y pobres de remate,  llegaron los tiempos de la globalización alimentaria y el poder financiero. Y como una isla, quedaron rodeados por todas partes de crisis y crisis. La economía sin préstamos no caminaba, las familias sin sueldos poco podían comprar, y el Estado en déficit y quiebra rota nada podía ofrecer. En las ciudades necesitaban del grano producido a miles de kilómetros y el resto de comida la producían –congelada o enlatada- industrias en suspensión de pagos.En aquella tremenda crisis, donde el paro agarró a más de la mitad de la población, donde los ahorros se esfumaron o perdieron valor y donde los médicos ya no sabían curar sin medicamentos, la vida chiflada… fluyó como siempre, intercambiando verduras, ganado, esfuerzos y saberes, todo de fabricación local, al mismo ritmo natural de siempre.Las crisis económicas y de los dineros, aunque parezca una contradicción o una chifladura, sólo pueden resolverse con propuestas antieconómicas, como el decrecimiento, el buen vivir o la soberanía alimentaria, que nacen con la recuperación de valores humanos olvidados. Donde existe apatía pongamos entusiasmo; donde manda la competitividad coloquemos la solidaridad; si todo es dominación demos paso a la participación; y pongamos fin al reinado de la productividad para alcanzar fertilidad social. Cambios que nos permitan a su vez enfrentar con garantías las próximas crisis que ya asoman tras las esquinas y, que sí y mucho, nos deben preocupar: la crisis climática y energética.‘Ya no hay locos’ –decía León Felipe. Ese es el problema, ya no quedan chiflados.

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