lunes, 16 de mayo de 2011

las manos... por Gustavo Duch

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define el término rural como "inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas". En contraposición se refiere al término urbano como "cortés, atento, y de buen modo".

El cacique se levantó. Estaba rodeado de todas las personas del clan. El clan de los Urbanos. Estaban atrapados, en la encricijada, no más podían demorar la decisión. - Tomemos un nuevo camino, ¿Cual? ¿Por dónde? ¿Hacia dónde? ¿Para llegar a? ¿Con quiénes? - preguntó.
Las familias ya no cultivaban la tierra. Habían delegado la producción de alimentos a empresarios que con modernos métodos de cultivos - explotaciones, les llamaban - habían estrangulado todos los recursos naturales. A los pocos años, poco quedaba para comer, y menos quedaba que fuera comestible. Tanto gastaron y tanto despilfarraron que montañas de residuos, emitiendo gases pestilentes, les impedía respirar con regularidad . El oxígeno que llegaba a sus venas, y el agua que bebían en sus vasos, estaban infectados, y así, sus cuerpos enfermaban.
Habían perdido todo el control. El cacique y su asamblea de ancianos, ya no regulaban, no tenían poder. Habían entregado a las manos de una gran mano invisible su libertad. Todo tenía dueño, amo o gestor. También los saberes eran mercancía para esas manos invisibles, frías, atentas, cortesanas y aplastadoras. Y a todo eso le llamaron crisis.
El decidor, el hablador,  el que cuenta, el que sabe de otros clanes, se puso de cuclillas y tomó la palabra.
- Allí, más cerca de lo que parece, conocí de otro clan. Son los Rurales. Desde hace años entendieron más que nosotras y nosotros. A nuestro lado son precursores , innovadores... casi que son futurólogos. Porque supieron que vendría y actuaron:
Cada familia entregó su blasón, los cosieron y hecho uno y multicolor proclamaron en rebeldía su soberanía. Pactaron reducir, reciclar, reutilizar, y ese ejercicio que les hacía más grandes le llamaron decrecer. Pensaron, repensaron y reaprendieron el arte de cuidar la tierra para producir alimentos. Le llamaron agroecología. Recuperaron a sus espíritus que les recordaron cual era su mejor tesoro, sus manos. Tal vez toscas, pero manos palpables, que abrazan, que rodean, y - concluyó el hablador poniéndose en pie - calientes como el Sol.

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